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Hadas

Antropoentomidae


Cuando el hombre apareció, las hadas ya estaban ahí, observando. Cada tribu humana tiene su correspondiente espectro de tribu feérica, reflejo de las culturas más arcaicas. ¿Quién imitó a quién?, no nos es posible diferenciarlo, sin embargo, ellos han vestido nuestras modas, trabajado nuestros oficios y superado nuestro arte.


La tendencia a considerarlos más seres muertos que vivos ha sido favorecida por los ya casi nulos avistamientos, el hecho de que vivan bajo tierra y la supuesta incorporeidad que se les atribuye; se habla más bien de espíritus que de organismos. Prácticamente intangibles. La creencia mantiene que son las almas de hombres y mujeres paganos.


Se conservan testimonios de personas que aseguran haber visto un rostro conocido en el rostro de un ente feérico, y al examinar fotos de la familia se encuentran con las mismas facciones en un antiquísimo pariente difunto.


Entre las apterygotas encontramos una familia subdesarrollada de proturos de aspecto humanoide, los antropoentomidos. Su piel es de un gris pálido. Miden alrededor de un palmo. Comen insectos y carne de pequeños mamíferos, aves y reptiles, pero su dieta también incluye granos de cereal (en especial cebada), una amplia variedad de vegetales, leche y manteca de hadas; una sustancia que destilan algunos líquenes.


Kirk dice que lo único que devoran es en realidad el foyson, que son los nutrientes en los alimentos, por ello se especula que sólo succionan los fluidos de los restos orgánicos.


Suelen adornar sus cuerpos con herbajes y partes de insectos muertos; lo que muchos confunden con vestido o alas es sólo un accesorio decorativo. Aunque también son grandes hilanderos y confeccionan su propia vestimenta.


El pixi, un antropoentomido, segrega una toxina por la piel al sentirse agredido, esta toxina ataca el sistema nervioso central del agresor, alterando la información que recibe, produciendo así, la perdida de orientación. Se decía que para recuperarla había que colocarse la ropa al revés, pero lo más recomendable consiste en disminuir al máximo los movimientos de la cabeza. Es probable que otras especies también segreguen neurotoxinas capaces de alterar otras funciones y procesos naturales, provocando bloqueos y alucinaciones (visuales, auditivas, olfativas, gustativas, táctiles, proprioceptivas, equilibrioceptivas, nociceptivas o termoceptivas), así como provocar convulsiones, parálisis y pérdida de memoria. A esta distorsión de los sentidos se le llama pishog.


Adoran la música y la danza, en especial la de los frenéticos corros, nocturnas coreografías circulares que se prolongan hasta el amanecer; si un humano se uniera al baile, quedaría atrapado, sin poder hacer otra cosa que seguir bailando hasta caer exhausto, muerto o demente.


Habitan los más complejos conductos naturales del subterráneo, así como cuevas y madrigueras abandonadas de otras alimañas; siempre en territorios aislados de la manipulación humana. Se organizan jerárquicamente en reinos monárquicos, tal y como un día nosotros hicimos. En ocasiones salen al amanecer o durante el crepúsculo, regularmente para bañarse y recolectar alimentos. Carecen de pigmentación, como es común entre especies que viven apartadas de la luz. No les gusta ser vistos, y pagan con ceguera parcial o total, parálisis, reumatismos e incluso la muerte a quien los espía. Las colonias migran pasadas dos o tres generaciones por causas aún desconocidas, pero que se sospecha tienen una estrecha relación con la expansión humana.


Poseen un pensamiento primitivo; siendo fervorosos creyentes a los antiguos ritos de fertilidad, motivo mismo por el cual se les ha estigmatizado como criaturas infernales, mas sus rituales y hechizos tienen en su mayoría un fin agrícola. Con la llegada del cristianismo se les trató de erradicar, diezmando con ello su población… razón suficiente por la que aborrecen todo símbolo cristiano, principalmente la cruz.


No tienen conciencia moral, por lo que resulta muy difícil tratar con ellos. Muchas veces asesinan o castigan por simples malentendidos, o desacuerdos. En algunas poblaciones rurales se mantiene una relación de miedo y respeto con la gente menuda, que así es como se les conoce; y se les deja en un plato leche y pan. De hecho existen ciertas rocas adaptadas para este tipo de ofrendas; ritos antiquísimos consistían en prender hogueras en medio de enormes piedras planas y rojas de sangre y dejar sobre ellas la primera cosecha, y ellos agradecidos, mantenían la prosperidad en las granjas; pero si en cambio el ritual se dejaba de lado, las cosas morían o se agotaban, y las cosechas se echaban a perder.


Se sabe que capturan bebés humanos para sacrificarlos en una de sus ceremonias más importantes. En su lugar dejan un leño toscamente tallado en las cunas que parece poseer el aspecto y vida de la victima (acaso por el pishog); pero el intercambio también podía ser un krymbill, o niño de cambio, que en realidad es un engendro ya anciano de su especie. Para desenmascararlo había que recurrir al maltrato: abandonarlo en una colina, ponerlo en una pala al rojo vivo o arrojarlo directamente al fuego. En pocas ocasiones se recomendaba cuidarlo apropiadamente para que las hadas hicieran lo mismo por el propio, o se le podía engañar con algún truco irracional que lo confundiera, por lo regular se cocían cascaras de huevo a lo que supuestamente el krimbyll respondería con asombro e indignación. Para evitar los raptos, se aconsejaba dejar unas tijeras abiertas sobre la cama del niño, ya que ellos son intolerantes al hierro.


Debido a esta fobia y para mantenerlos alejados de los animales, se acostumbra colocar herraduras en los establos, y al ganado se les ponen campanas, pues el simple tintineo del metal los espanta. De lo contrario, la gente menuda los fastidiará; montándolos toda la noche, dejándolos exhaustos y enfermos, o enredándoles las crines a los caballos.


Sin embargo, el rapto no se limita a infantes y bestias; hombres y mujeres adultos suelen sucumbir a la ilusión que ellos tejen; ellos, y el largo hilo de narraciones que desde antaño pueblan el imaginario.


Todo el mundo sabe cuan riesgoso es el acercarse a un montículo feérico; si no se te ahuyenta de ahí, quizá con engaños te ofrezcan algún aperitivo, condimentado con extractos opiáceos, que aparte de mantenerte anestesiado, te producirá alucinaciones y nauseas. Ya prisionero bajo tierra, se te suministrará periódicamente el narcótico para evitar que escapes.


Los jóvenes capturados son ofrecidos como amantes fetiche para los integrantes del séquito real. Aunque existe una mayor demanda de madres lactantes para alimentar a sus vástagos, ya que la leche que las hadas producen es de poco valor nutricional. Según Katherine Briggs, el motivo principal radica en infiltrar nueva sangre a un linaje en degeneración.


Los párminos son un filo feérico distinto, más grande y menos etéreo; a diferencia de los antropoentomidos que tienen un instinto gregario, los párminos son más bien solitarios y mantienen un estrecho vinculo con los humanos.


El brownie es el más famoso parmino domestico. Su territorio se extendía por todo el norte y este de Inglaterra, con sus respectivas variantes en Gales y en la Isla de Man (donde es más grande y fuerte). De tez oscura y cuerpo cubierto por un vello similar a la lana ovina, no tiene nariz, en su lugar una gruesa membrana de tejido recubre su rostro, dejando unos delgados orificios nasales a los lados; sus dedos en manos y pies también están unidos por estos gruesos tegumentos. Moran cerca o incluso dentro de casas y granjas humanas. Salen por las noches a realizar las labores del hogar en el que cohabitan; una vieja tradición de esclavos. A cambio de sus servicios, tienen derecho a una taza de leche y pan que se coloca en un lugar oculto. Consideran cualquier recompensa un insulto y si se les llega a ofrecer, el brownie, fácilmente irritable y de naturaleza vengativa, se marchará para no volver jamás.


Reconocen como recompensa, cualquier prenda, dinero, o una ración extra de comida.


Otros párminos conocidos son; el domovoi eslavo, y el tomte o nisse escandinavo, de mordida venenosa. A las especies africanas y sudamericanas macho se les atribuye un desproporcional miembro viril, así como a las hembras, enormes glándulas mamarias. Macho y hembra presentan malformaciones en las extremidades inferiores.




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